Publicado por: unpaisenlasalforjas
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Un país en las alforjas Desayunamos en el mismo hostal y hoy nos hemos llevado una agradable sorpresa gastronómica. Nos ofrecen para desayunar hojuelas, que son una ligera masa parecida a la de los churros con forma de pequeñas tortillitas de camarones y con miel por encima. El sabor de esas hojuelas me trajo recuerdos de mi infancia cuando nos la hacía mi madre.

Ayer estuvo lloviendo por la tarde noche pero esta mañana ha amanecido despejado y agradable. Tomamos la carretera hacia Rebollosa en dirección a Herguijuela de la Sierra. Subimos por la sierra de Rebollosa atravesando el pueblo. Un perro como Luna salió a ladrar a nuestro paso, tuvimos que echar pie a tierra mientras su dueña con el cepillo de dientes en la mano salió a llamarlo. La subida entre pinares y olivos es progresiva y muy llevadera, quitan peso al esfuerzo la belleza de los paisajes. 
Al llegar a Herguijuela lo primero que se divisa es la parroquia de la Asunción, una maravilla arquitectónica, que tenemos la suerte de visitar por dentro gracias a Maria que está haciendo sus labores de mantenimiento. Las imágenes son muy especiales por el realismo de sus semblantes. Que gran suerte la nuestra, la mayoría de las veces las iglesias están cerradas, porque con el COVID y el vandalismo están siempre cerradas. Esta vez, María, que se dedica al cuidar de la iglesia nos abrió y nos encendió las luces para poder verla bien.

Dentro de la iglesia hay un Cristo crucificado con los brazos articulados porque en Semana Santa hacen un paso que consiste en bajar a Cristo de la Cruz, que según nos cuenta María es muy emotivo. Además nos contó otras curiosidades de las imágenes de la iglesia, entre otras, de la imagen de Santa Águeda.

Continuamos hacia Madroñal, siempre subiendo y por un PR que atraviesa antiguas fincas de frutales ahora abandonadas por el éxodo de los habitantes hacia la ciudad, que ha ido dejando los montes sin cuidados. Hay tramos que son auténticos vergeles, con frutales de todo tipo sin recoger: manzanos, membrillos, perales, cerezos, higueras, ciruelos... todo concentrado en unas pocas decenas de metros. Todo silvestre y abandonado.

La entrada y la salida del pueblo son puras cuestas, paramos a hacer unas fotos, a charlar un rato con las lugareñas y a cargar agua y seguimos hacia Cepeda.

En Cepeda conocimos a Emma, que venía con su bici eléctrica y que nos contó curiosidades de los montes que se recorre cada día. Según nos contó, una de las peculiaridades de Cepeda, además de la arquitectura serrana es que la iglesia está separada de la torre de la propia iglesia porque la torre se construyó a medias entre el clero y la oficialidad, por lo que tenía doble uso: como campanario de la iglesia y como torre vigía.

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En este pueblo también es peculiar un edificio apuntalado que como reza el cartel era la Casa de la Inquisición.

A la salida del pueblo paramos a comer lo que llevábamos en las alforjas y que en parte compramos en Herguijuela: algo de chorizo y pan para afrontar lo que nos quedaba de ruta hoy. Bueno, en realidad comimos nosotros y una familia de gatos que vinieron a visitarnos. Le dimos un trozo de comida a una gata que estaba por allí, la cogió y se la llevó calle abajo. A los pocos minutos volvió con dos gatitos detrás para ver si caía algo más. Y algo más cayó, pobrecitos, comieron más que nosotros.

Monforte está al otro lado de la montaña que se puede ver desde Cepeda, y pronto el camino empieza a endurecerse más y más, y casi en el último tercio del tramo se puso casi imposible. Además las pequeñas moscas, pesadas como ellas solas y el calor que nos hacía sudar a chorros hacía muy difícil mantener el equilibrio y la concentración en el pedaleo.

Para terminar de rematar la subida a Monforte, Carolina tuvo una desafortunada caída en la última curva antes de entrar en el pueblo, por una rampa imposible que se le volvió en contra. Resultado, un golpe en el casco sin importancia y un buen costalazo que ese sí tuvo repercusiones físicas. 

Nuestra intención era ir a Mogarraz, que aunque nos pillaba en dirección contraria merecía mucho la pena pero la caida nos hizo cambiar de planes y seguir hacia La Alberca, un pueblo más grande y con más servicios donde posiblemente encontraríamos un centro de salud y una farmacia, además de alojamiento, claro,

La Alberca está a 7 kilómetros, y casi todo de subida, pero se hace bien por la carretera. Llegamos directos al centro de salud mientras yo buscaba alojamiento, en el Hostal La Alberca, sencillo pero con una buena relacion calidad precio.

A eso de las 8 empezó a llover y mientras escribo estas líneas sigue lloviendo, y es casi la 1. Hemos tenido que reservar de urgencia para mañana en Casares de las Hurdes, porque aunque no está claro que podamos salir mañana por la lesión de Carol, no tenemos mucha opción. Además hemos reservado dos noches, porque en los alrededores no hay más alojamiento disponible, ya que estamos en fin de semana y sólo nos alquilan el fin de semana completo. Es un apartamento, así que haremos parada y así podremos esperar a que Carol mejore un poco.


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